lunes, 9 de mayo de 2011

Un aplauso a un aplauso

Se me juntan las cosas y al final no cumplo mi palabra pero cuanto antes prometo poner fin a esta sequía de posts en la que tengo sumido a mi blog.

Aún así no puedo dejar de lado este y hacerle un hueco mientras hago una prueba de evaluación continua de la carrera.

Y esque cuantas veces se aplaude a una aplauso?, pues yo he decidido hacerlo, he decidido aplaudir la iniciativa de los empleados de Sogecable amenazados por una serie de EREs que les están dejando sin sus colegas de toda la vida y los nuevos que ya se hacían querer…

Pongo un video sobre el tema y luego os invito a que leáis un articulo como los que hace mucho que no se escriben de Eduardo Verdú publicado en el Pais.

(Copio parte de ese texto).

(…)
Un aplauso reforzando la autoestima de unos profesionales conscientes de la valía de su esfuerzo y su producción. Un aplauso dedicado al compañero despedido, ese que ha dejado un ordenador mudo y una ausencia a través de la que hoy reverberan las palmas de sus amigos. Unos palmeos subrayando la labor material, pero también la aportación emocional a un grupo generador de beneficios, a una maquinaria empresarial y humana que funciona. Porque el despido no representa solo la pérdida de un sueldo fijo, sino de la confianza. Con el finiquito se salda un ingreso y, de paso, una batalla por la realización personal y la reafirmación basada en el trabajo.
(…)
La crisis es una inmensa ladrona de expectativas. Un sigiloso delincuente sin rostro que desfalca las ilusiones, que desvalija el presente y la caja fuerte del día siguiente. No es un tsunami, no es un desastre natural sin responsables humanos e identificables. Es el criminal mandado por unos ejecutivos que han hundido medio mundo y, además, a diferencia del terremoto, la crisis solo afecta a algunos. Mientras tú te vas a la calle, cancelan tu nómina y tu tarjeta del torno de entrada al curro, el compañero de la mesa de al lado permanece indemne. Y ese salvado laboral contempla, de momento ileso, la desgracia de su amigo, el capricho injusto e injustificable del jefe o de ese magnate emboscado en la empresa que pone nombres en la lista negra de un ERE.

Los jóvenes se manifestaron contra el hurto del futuro y la desmantelación de cualquier ilusión en el presente. Los empleados de Sogecable se aplauden a sí mismos porque el despido también les roba el pasado. Ahora parece que no sirven los años invertidos en la oficina, los méritos contraídos, las horas extras, los turnos a veces doblados. Pero al margen de los sacrificios, un hombre o una mujer fulminados de la plantilla no pueden más que cuestionarse si ha valido la pena dedicar parte de la vida a un proyecto que hoy te da la espalda. Un sentimiento de traición aflora en estos momentos donde no solo el presente es aire y el futuro un barranco, sino cuando, al echar la vista atrás, uno contempla un páramo arrasado por un cese sin explicaciones ni agradecimientos.

Por eso atruena el aplauso en Sogecable. Para que los que se han ido comprendan que se les recuerda; para que, quienes están a punto de salir por la puerta, sepan que se les aprecia y para que; los que se quedan, no sientan la culpabilidad del superviviente.

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